Los redonditos llegamos a Salta desde distintos puntos del país y hasta de países vecinos, como Chile, Bolivia, Paraguay y Uruguay. Viajamos de distintas formas. Muchos fueron los más rápidos y consiguieron los boletos directos en avión a Salta. Otros pasaron varias horas arriba de micros, autos y combis. Y otros tantos hicimos un poco de cada cosa. Porque el vuelo a Tucumán del viernes a la noche era en un 80 % redondito y de ricota, al igual que el micro que partió a las 2 de la mañana desde la capital tucumana a la salteña.
En nuestro caso, la linda ciudad norteña
Y así fue llegando la hora del show. Una larga cola hacia el Martearena nos ponía aún más ansiosos. Hasta que, pasado algún control de acceso, la entrada se agilizó y ya estábamos dentro del estadio, rodeados de más de 30.000 fieles.
Desde la intimidad de Indio se anunciaba un show distinto, ya sin hacer centro en la presentación de "Porco Rex". Se esperaba entonces un comienzo distinto al que se había repetido en los últimos shows con "Pedía siempre temas en la radio". Pasadas las 21:30 por fin se apagaron las luces y, tras alguna música clásica, los "Fuegos de Octubre" se hicieron sentir. Así, el Indio Solari volvía a presentarse en Salta, donde había "debutado" con Patricio Rey hace más de 31 años. "Me matan limón" fue el primer estallido de la noche, tras "Tomasito" y "Martinis y tafiroles", de su último disco. Luego fue el turno de la espectacular versión de "El infierno está encantador" y un continuadito redondo que suena cada vez mejor con el "Rock para el negro Atila" y "Divina TV Führer".
Tras el arranque al palo, Indio dejó caer las "Ramas desnudas" y nos invitó a brindar y beber de "las copas más lindas". Estos temas fueron el pie para que llegara una de las sorpresas de la noche. Indio anunció un tango que no hacía desde hace mucho. Se refería a una versión muy tanguera de "El arte del buen comer" (Pituca, para los redondos). Particularmente nunca lo había escuchado en vivo. Luego, con "Vuelo a Sidney" se cerró la primera parte del show.
Se reinició "como se arrancaba antes" con la potencia de "El pibe de los astilleros". Siguió "Porco Rex" y la ya clásica y siempre emotiva "Pabellón séptimo", el tema dedicado a las 61 personas que murieron asfixiadas y quemadas en 1978, en el penal de Villa Devoto, en lo que fue la peor tragedia en una cárcel argentina.
La seguidilla redonda continuó con "Ella debe estar tan linda" y la dedicatoria de un Indio emocionado y hablador como pocas veces, con "Un angel para tu soledad", para nosotros, por el aguante, por la fidelidad y por dejar que el esqueleto nos llevara hasta allí.
Los culitos volvieron a moverse con "Mariposa Pontiac / Rock del país" y después el recuerdo para los que fueron a probar suerte a otros pagos con "Too beef or not too beef", cerrada con un aullido mexicano de Solari. Tras "Por qué será que no me quiere Dios?", fue el momento de otra gran sorpresa. "Todo un palo" sonó después de muchos años, dicen que porque los Fundamentalistas (virtuoso

Otra corta parada y el arranque con "su" tema de inicio de 2008, "Pedía siempre temas en la radio". Siguieron "Cruz diablo" y "Un poco de amor francés", para luego dar lugar a uno de los momentos más esperados, con el ya mítico ritual de "Juguetes perdidos", que emociona hasta los muertos.
Con "Flight 956", Solari primero saltó y luego dejó que Los Fundamentalistas se lucieran y fueran ovacionados con justicia por las bandas. Era el momento del final. Indio mostró su lado más gracioso y alegó que el show terminaba porque él estaba viejito y debía irse a cambiar los pañales. Fue el momento del pogo más grande del mundo: "Ji-ji-ji". A esa altura, nadie parecía apunado en la marea humana que se produjo en el campo del Martearena. Indio volvió a agradecer infinitamente a sus fieles y se fue sin prometer nada.
Los fuegos (artificiales) de septiembre se encargaron de cerrar el show. Las bandas nos fuimos con la incertidumbre de no saber cuándo nos volveremos a ver, soñando con que esta vez el adiós no se alargue más de la cuenta. Nos fuimos felices. Redondos de alegría y con la panza llena de ricota.