Llegamos el sábado tempranito a la ciudad ubicada al norte de Córdoba Capital y ya en la terminal se percibía el clima a recital redondo, a ciudad tomada. Sin lugar para alojarnos, la gente de la ciudad nos recomendó alejarnos unos kilómetros, a algún pueblo cercano. Así llegamos, minibus mediante, a Ascochinga, a unos 20 km de Jesús María. Lindo pueblito bordeado por su homónimo río y con paisaje serrano de fondo. Todavía se veían las huellas del rally y el pueblo parecía despertarse para recibir a la gente que no encontraba lugar en la ciudad del recital.
Por suerte conseguimos lugar, a bajo costo, en una humilde hostería, que evitó que nos alojáramos en el salado hotel del golf, lugar habitual para Don Carlo y su pandilla, David Nalbandian y otros famosos.
Tras mucho caminar, tuvimos nuestra merecida siesta, que sirvió para recargar las pilas para la misa nocturna. Un par de horas antes del comienzo, partimos en micro rumbo a Jesús María, donde ya las calles estaban desbordadas por la fiesta. Grupos de feligreses reunidos, escuchando la música de los Redondos, del Indio y de Skay, sea juntos o como solistas. Felices, alegres, desesperados por volver a comulgar.
Por entonces el vaso de fernet con Coca cotizaba hasta 15 mangos por las calles de Jesús María (¡¡pero qué bueno que estaba!!). La peregrinación hacia el Anfiteatro Municipal fue a puro grito, a pura emoción, bajo la atenta mirada de la policía cordobesa que, vale decir, jamás provocó ni fue provocada.
La entrada al predio nos devolvió esa sensación única, distinta a la de cualquier otro recital. Las banderas de siempre y las nuevas. Las canciones. El "soy redondo hasta que me muera" (qué grosas que son las canciones de la más ingeniosa, la banda del Ciclón, llegan a todos lados) se hizo escuchar varias veces, al igual que el "que salga el Indio y todo el año es carnaval".
Y alrededor de las 21.20 apareció Solari, junto a "Los Fundamentalistas del aire acondicionado". Acá hago un stop. Los Fundamentalistas merecen un párrafo aparte: Hernán Aramberri en la batería, Marcelo Torres en bajo, Pablo Sbaraglia en teclados y guitarra acústica, Alejo Von Der Pahlen en saxos, Ervin Stutz en trompeta y flugel, Gaspar Benegas y Baltasar

Allí estaban todos para la presentación de "Porco Rex", segundo disco solista del Indio, cuyo mayor sonido guitarrero, se presta naturalmente para el vivo. El concierto incluyó casi la totalidad del disco (12 de las 13 canciones, a excepción de "Veneno paciente", el tema oscuro que contó con la participación de Calamaro en el disco), junto a nada menos que 10 temas de los Redondos y 3 del primer disco del Indio, "El Tesoro de los inocentes - Bingo Fuel". El armado de la lista de temas fue impecable, sirviendo como marco para una magnífica perfomance vocal del Indio.
El comienzo fue con "Pedía siempre temas en la radio", “¿Cómo están?, tanto tiempo”, dijo el Indio, que prosiguió con "Ramas desnudas" y "Martinis y Tafiroles", para luego pasar a los dos primeros clásicos redondos "La hija el fletero" y "Tarea Fina", enganchados luego con la bellísima balada que compuso para su mujer, "Y mientras tanto el sol se muere", cerrando un trío de canciones románticas.
El show siguió con el tema que le da nombre a la placa, "Porco Rex", y luego "Bebamos de las copas más lindas", para dar lugar a "Un ángel para tu soledad", último tema tocado por Los Redondos en vivo, esta vez dedicado por el Indio a todos los que habíamos viajado tanto. En un momento, refiriéndose a esto se dirigió al público para "agradecerles la fidelidad, de venir de tan lejos, ya que esto para un artista independiente no tiene precio".

Luego "Nike es la cultura", fue interrumpida porque una zapatilla arrojada al escenario impactó en el cuerpo del Indio, quien paró la canción -y no la volvió a retomar- para decir que ya estaba "con los huevos llenos" de esa "nueva moda" (¿mensaje para Mollo, que se pone a tocar la guitarra con las Topper que le tiran?).
"Sopa de lágrimas (para el pibe delete)" y "Te estás quedando sin balas de plata", prosiguieron tras la interrupción, junto unas palabras para el que tiró la zapatilla: "sabés lo que pasa, me sacás de onda...".
Llegó el momento de un par de canciones no tan habituales en los últimos shows de Patricio Rey, como "Ella debe estar tan linda" y "Me matan limón", una de las más festejadas de la noche por los ricoteros, continuando con "Pabellón séptimo (Relato de Horacio)" y otro estallido con "El pibe de los astilleros", algún tono más abajo que en versiones redondas, cerrando lo que el Indio llamó "el bloque tumbero del show".
Los temas de Porco Rex siguieron con "Tatuaje", "¿Por qué será que no me quiere Dios?" y "Vuelo a Sidney", con un gran despliegue de violas y vientos. Antes de "Tomasito podés oirme, Tomasito podés verme", el Indio pidió la palabra, esta vez más encarecidamente, para dedicar el show a su madre Celina, fallecida hacía sólo cuatro días, a los 98 años.

El cierre incluyó una gran versión de "El infierno está encantador" y el último tema de Porco Rex, "Flight 956", el más festejado y conocido de los nuevos. Con título de tragedia aérea, ya que con ese número de vuelo hubo una en la década del 60, en la costa oeste de EEUU, y otra en el 2002, en Irán, con casi 120 muertos. Justo en 2002, año en que se separaron los Redondos. Porque, como dice el tema "siempre hay quilombito en un cielo de dos". Después de cantar "yo se que vos vas a regresar", el Indio se hizo a un costado, para que el público brindara un justo homenaje a los Fundamentalistas.
Había llegado el final y Solari preguntó "¿qué quieren escuchar?". Todos reímos: "Ji-ji-ji" y no lo soñamos, lo vivimos. Fue otra versión del "pogo más grande del mundo". Ya habíamos comulgado y fuimos en paz. A la espera de la próxima misa, que parece será el 5 de julio en un hipódromo de Tandil. Allí estaremos...