¿Qué tiene que ver esto con San Lorenzo?, se preguntarán. Para los que no lo saben, este hijo de judíos no ortodoxos rusos desarrolló varios años después una teoría sobre la motivación humana, formulando una jerarquía de las necesidades humanas. Su teoría defiende que conforme se satisfacen las necesidades básicas, los seres humanos desarrollamos necesidades y deseos más elevados.
La jerarquía de necesidades de Maslow se describe a menudo como una pirámide que consta de 5 niveles: Los cuatro primeros niveles pueden ser agrupados como necesidades del déficit y al nivel superior se le denomina como una necesidad del ser. La diferencia estriba en que mientras las necesidades de déficit pueden ser satisfechas, las necesidades del ser son una fuerza impelente continua.

Según la pirámide de Maslow dispondríamos de:
Necesidades fisiológicas básicas, como la necesidad de respirar, de beber agua, de dormir, comer, liberar desechos corporales, tener sexo, etc.
Necesidades de seguridad, que surgen de la necesidad de que la persona se sienta segura y protegida (Seguridad física, de empleo, de ingresos y recursos, familiar o contra el crimen de la propiedad personal.
Necesidades de Afiliación, que están relacionadas con el desarrollo afectivo del individuo. Son las necesidades de asociación, participación y aceptación. Entre estas se encuentran: la amistad, el afecto y el amor.
Necesidades de Reconocimiento, que se refieren a la manera en que se reconoce el trabajo del personal. Se relaciona con la autoestima.
Necesidades de Autorrealización, que son las más elevadas y se hallan en la cima de la jerarquía, a través de su satisfacción personal. Encuentran un sentido a la vida mediante el desarrollo de su potencial en una actividad.

Y acá le encontré la relación con San Lorenzo. Plena felicidad y armonía es lo que los cuervos sentimos. Difícil de entender, imposible de explicar. Maslow no tuvo la suerte de ser de San Lorenzo y desarrolló esta teoría en la década del 40. Tal vez si hubiese visto a Farro – Pontoni – Martino, en la tribuna del Viejo Gasómetro se hubiese sentido realizado, o lo hubiera agregado como un nivel más en su pirámide.
Porque para los cuervos San Lorenzo es una necesidad, nuestra droga favorita, nuestro vicio. Porque todos los hinchas de fútbol sentimos cosas por nuestro club, pero nosotros somos distintos, sentimos diferente. No necesitamos de las copas, aunque nos obsesionamos por tenerlas. Nuestra grandeza va más allá de un campeonato. Porque somos los más fieles. Porque supimos de momentos grandiosos y también sufrimos situaciones muy tristes. Y siempre resurgimos. Y nos hicimos gloriosos en las buenas y en las malas. Porque llevamos en la sangre la pasión azulgrana y juramos ser cuervos hasta morir. En plena felicidad y armonía. Auto-realizados, como diría Maslow.